Como humanos, buenos, regulares o malos, elegimos con quienes nos relacionamos, aunque sea de forma inconsciente muchas veces; a la final, todo obedece a un proceso de selección buscando a quienes se parecen más a nosotros o a quienes nos complementan.
Pero, nos hemos preguntado ¿Qué ocurre en las relaciones cuando son parte de nuestra vida y no fuimos los que elegimos? Esta relación es la que tenemos con los padres, nadie recuerda haber elegido ser hijo, pero lo somos. Y sin profundizar en psicología, estos padres son nuestro primer objeto del amor, por lo tanto, implica confianza, inseguridad, alegrías, enojos, premios, castigos…
Desde que somos infantes y a través de los diferentes periodos de vida hay un protagonista en nosotros, el miedo a defraudar a estos grandiosos padres, generando deseos de querer complacerlos, y que a veces no sabemos manejar esos deseos y se nos convierten en verdaderas cruces que cargamos en vida.
¿Soy lo que deseo ser o soy lo que mis padres querían que fuese? En el afán paternal de sacar hijos-producto de una adecuada familia, se pueden castrar verdaderos talentos de éxito. Una manera muy sencilla de saber quién soy es respondiendo ¿Cómo me siento ante la aprobación de mis padres? Si nuestra evolución y seguridad en nuestro propio yo no es la adecuada, hay inmadurez, la respuesta al cuestionamiento nos pone lejos del amor y nos acerca al miedo.
Muchos padres, queriendo lo mejor, aprietan y empujan a circunstancias que solo ven con sus ojos y no se ponen los zapatos modernos para sentir como deben ser los pasos de la generación moderna.
En astrología, con el análisis profesional de una carta astral podemos descubrir la fuerte dosis del modelamiento recibido por nuestro núcleo familiar, y con mayor énfasis por nuestro padre. Es muy difícil para un hijo del elemento tierra (Tauro, Virgo, Capricornio) aceptar la forma competitiva, impulsiva y hasta agresiva con que se alimenta cotidianamente un padre con predominio del elemento fuego (Aries, Leo, Sagitario). La única recomendación como hijos es que aprendamos a perdonar a nuestro padre por creer que le pertenecemos, perdonarnos a nosotros mismos por no encajar dentro de las expectativas del padre; perdonarnos por querer vivir la vida por nosotros mismos y perdonarnos por no entender que él simplemente no quería que repitiéramos los errores.
La figura paterna es vital en el desarrollo de éxito de cualquier hijo, lo adecuado sería tener un padre que liderara las fortalezas del hijo y encontrara los mecanismos para menguar las debilidades de ese hijo; pero los padres tienen sus propias gafas y por eso ven como ven, y pudiendo haber mucha experiencia y hasta sabiduría, no logran comprender el fruto más valioso de su existencia, el hijo (a).
Y todos somos hijos, y nos rebelamos, nos molestamos y hasta nos distanciamos de ese padre que, en su esencia pura, cruda y sin labrar o labrada para otra época, solo ha querido proyectar lo mejor de sí mismo y con la gran intención egoísta, pero de amor verdadero, de eternizar su existencia. Los padres son, en esencia, el mejor regalo de vida y la mejor contraprestación es el hijo (a).